Leerla la hizo querer escribir, mientras fumaba el último pucho tirada en la cama, pensaba las últimas cosas para cerrar el día, regalaba los últimos suspiros señalando las cosas inconclusas, sonreía las últimas esperanzas y cantaba las últimas verdades.
No sabía bien cómo terminar, ni cuándo...ni siquiera sabía si quería hacerlo.
Ese día era uno de esos en los que no tenés ni idea a dónde vas, ni a dónde querés terminar.
No podía entender como todos solucionaban todo, a todos se le abrían las puertas y se les marcaba el camino, cómo podía ser tan fácil para algunos, tan difícil para otros, y casi inalcanzable para ella...
Miró las cuatro paredes que hacían de ese lugar su habitación y entendió lo que la hacía ser felíz.
Sintió el dolor de su último tatuaje y entendió lo que la hacía felíz.
Miró su guitarra y entendió todo, todo lo poco que la hacía vivir
Sonrió,
y ahí, ahí cambió el dolor por canción...
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